El principio precautorio y los riesgos en el cultivo de variedades transgénicas

AutorSalvador Darío Bergel
Páginas55-115

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I Introducción

Mientras la aplicación a la agricultura mundial de las tecnologías basadas en ingeniería genética avanza en forma sostenida, amenazando con transformar en pocos años su perfil, asistimos a un desordenado debate en el que se exhiben sin mayor orden o profundidad argumentos provenientes de diversos campos del saber (científico, político, económico, ecológico, ético, etc.) que en su conjunto –lejos de iluminar el camino- contribuyen a crear un mayor grado de incertidumbre, a lo cual cabe adicionar que debemos tomar muy en cuenta que detrás de este debate existen importantes intereses económicos, políticos y sociales comprometidos, que pugnan por prevalecer (Muñoz, Emilio, 2000, p. 373; Porcecanski, I., 2001, p. 133; Cittadini, R.: 2002, p. 6).

A no dudarlo, se trata de un tema relevante en tanto que las resoluciones que hoy se adopten podrán tener incidencia decisiva sobre el futuro de la agricultura mundial (y de la alimentación humana, por ende) comprometiendo paralelamente aristas vinculadas a la salud humana y animal, a la biodiversidad y a los ecosistemas.

En este debate, llama poderosamente la atención la existencia de posiciones fuertemente encontradas, no sólo entre sectores diferenciados (v.g. sector industrial vs. sector del consumo) sino aun dentro de un mismo sector (v.g. en el seno del sector científico). Así, mientras pueden oirse opiniones de expertos y de científicos, en el sentido que las variedades transgénicas no implican riesgo alguno para el hombre o el medio ambiente, paralelamente podemos escuchar a calificados componentes de la comunidad científica advirtiendo, con atendibles razones, acerca de los daños irreversibles que puede importar para la agricultura, los seres humanos y los ecosistemas.

A todo esto debemos agregar que el nivel de información del que dispone la sociedad es inadecuado y muchas veces tendencioso, sin que quepa advertir en los poderes políticos un mayor interés por generar un debate que se oriente en términos aceptables para contribuir a conformar una opinión pública ilustrada que sirva de base para la toma de decisiones racionales.

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El propósito que persigue este estudio es el de ubicar el tema en una órbita racional que excluya argumentos efectistas tales como los referidos a la necesidad de solucionar los problemas del hambre en un mundo superpoblado a través de cultivos transgénicos, en la necesidad de limitar el empleo de agroquímicos en beneficio de la salud humana, o el de oponerse a su difusión por provenir de procedimientos técnicos no naturales, etc.

El estudio parte de un dato suficientemente conocido y estudiado: el sobredimensionamiento de los riesgos en la sociedad contemporánea. A partir de ello, incursionamos en los límites de aceptabilidad social de los riesgos para llegar al punto central del análisis: la aplicación del principio de precaución al cultivo de las variedades transgénicas.

Adelantamos nuestra posición en el sentido que resulta incuestionable observar este principio en las decisiones políticas que se adopten respecto a la transgénesis vegetal, tomando en cuenta el grado de incertidumbre científica existente y las graves consecuencias que eventualmente puede tener sobre el medio ambiente y sobre el futuro de la agricultura mundial la utilización de tales tecnologías.

Antes de continuar, consideramos conveniente delimitar los campos asignados al riesgo y al peligro, nociones que si bien están relacionadas entre sí, muestran notas diferenciadoras. Luhman señala que tanto el caso de peligro como el de riesgo se trata de posibles daños futuros, cuyo nacimiento resulta en el momento presente algo inseguro y más o menos improbable. Cuando se trata de peligro se atribuye el nacimiento del daño al entorno o al medio ambiente, mientras que cuando se trata de riesgos se ve como una consecuencia de la propia actuación u omisión. La diferencia se establece por tanto como una cuestión de imputación o imputabilidad.(Luman, N., cit. en López Cerezo, J.A. y Luján, J.L., 2000, p. 23).

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II El riesgo como componente de la sociedad contemporánea

Nuestro tiempo puede caracterizarse por la acentuación de los riesgos a los que se ven expuestas las sociedades en función de decisiones políticas muchas veces tomadas a sus espaldas.

Ulrich Beck desde una posición fuertemente crítica denomina a las sociedades contemporáneas como “sociedades del riesgo global”, caracterizándolas como aquellas sociedades que al principio de manera encubierta y luego en forma cada vez más evidente están enfrentadas a los desafíos de la posibilidad de la autodestrucción real de todas las formas de vida en este planeta (Beck, 1998a, p. 120).

En forma reiterada a lo largo de las últimas décadas se han privilegiado sistemas y tecnologías de producción que han conducido al planeta a una situación límite (contaminación del aire y del agua, erosión de los suelos, recalentamiento de la Tierra, disminución de la capa de ozono y aumento de las radiaciones, pérdida de la diversidad biológica, etc.). No ha sido un obstáculo para continuar con este proceso destructivo de la vida la sucesión de una serie de catástrofes que pusieron al descubierto la fragilidad de los mecanismos de seguridad para afrontar situaciones límite (Chernobyl, Bomphal, diversos desastres alimentarios y ecológicos, etc.).

Es evidente el dominio de los intereses económicos por encima de los políticos y los sociales. Las decisiones políticas (traducidas en un hacer o en una abstención) se toman priorizando los requerimientos del mercado. La sociedad y sus instituciones (incluidas las políticas) se subordinan a este nuevo poder que exige de una nueva filosofía a su servicio.

En este contexto –lo señala Beck- los riesgos se minimizan mediante cálculos que llegan a resultados que sólo son riesgos, se eliminan mediante comparaciones y se normalizan jurídica y científicamente por medio de comparaciones como “riesgos residuales e improbables” de manera de estigmatizar las protestas como brotes de “irracionalidad” (Beck, 1998a, p. 115).

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Pese a ello cabe destacar que los riesgos a que nos referimos tienen características singulares que los diferencian de los riesgos asumidos en otros estadios de evolución, en tanto las consecuencias derivadas de los eventuales daños ocasionados no están ligados a sujetos, lugares o períodos determinados, ya que se pueden proyectar en el tiempo y en el espacio afectando pluralidad de seres vivos.

En la “sociedad del riesgo global” hacen agua las construcciones de seguridad y control que caracterizaron las etapas históricas que la precedieron. La temática del riesgo adquiere un marcado carácter político, en tanto no existe la opción de “externalizar” los riesgos. Los riesgos superan las bases y las categorías con las que hemos pensado y actuado hasta el presente (Beck, 1998b, p. 28).

Hasta avanzado el siglo XX los riesgos se vincularon con representaciones estadísticas y cálculos de probabilidad que posibilitaban hacer frente a accidentes en base a previsiones racionales.

Hoy cabe recurrir a otros parámetros en la medida en que falta el cálculo del riesgo con el que la administración de peligros fundamenta su propia racionalidad y promesa de seguridad. Los megapeligros tecnológicos han abolido al accidente como tal, o sea la base del cálculo del riesgo -a lo menos en el sentido de un accidente limitado en el espacio y en el tiempo- (Beck, 1998a, p. 130). Esto nos debe conducir a un replanteo en torno a la filosofía de la seguridad que manejamos.

La posibilidad de determinar el riesgo en base a cálculos de probabilidad cede su lugar a la presencia de un riesgo indetectable cuya concreción socava las bases de un universo armado sobre el pilar de una seguridad “predecible”. Los riesgos calculables son sustituidos por peligros incontrolables (Beck, U., 2000, p. 9).

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Sin excluir los riesgos propios de la sociedad industrial –que naturalmente subsisten-, es preciso afrontar la problemática que adiciona las inseguridades incalculables de la etapa de industrialización tardía.

Hablar de riesgos en este nuevo escenario al que nos traslada la actual etapa histórica importa adoptar una posición axiológica que no se agote en un mero cálculo probabilístico, sino que compromete decisiones políticas colectivas que deben estar orientadas por la ética (Beck, 1998b, p. 35).

La sociedad -a través de los mecanismos de la democracia participativa- debe tener la posibilidad de asumir o de excluir determinados riesgos en tanto los daños que puede importar la concreción de los eventos temidos recaerá sobre ella. Coincidimos sobre este particular con MacLean en cuanto trae al debate el concepto de consenso como principio justificativo de las decisiones centralizadas que impone el riesgo (Mac Lean, D., 1996, p. 35).

III La gestión de los riesgos en una sociedad democrática

El avance de la civilización tecnológica nos ha llevado insensiblemente a una mayor difusión y profundización de los riesgos, a punto de convertirlos en categoría social. Los riesgos así creados afectan a la sociedad en su conjunto, poniendo de manifiesto la crisis que domina su actual estadio de evolución.

Por ello, es natural que los procedimientos...

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