Estado, capital y política social en América Latina

AutorJosé Adelantado Gimeno
CargoProfesor Titular del Departamento de Sociología del Universidad Autónoma de Barcelona (UAB)
Páginas9-10
EDITORIAL
R. Katál., Florianópolis, v. 17, n. 1, p. 09-10, jan./jun. 2014
Estado, capital y política social en América Latina
El presente número de la Revista Katálysis, sugiere una de las cuestiones más importantes y menos
tratadas por la literatura especializada, a saber, ¿cuál es la relación entre el Estado y las políticas sociales en la
actualidad latinoamericana? Cualquier lector mínimamente atento a los cambios que han sufrido los Estados-
nación desde su configuración originaria a lo largo del siglo 19 hasta la primera década del siglo 21 en América
Latina podrá observar su continuidad estructural con los distintos tipos de capitalismo, esto es, bajo la hegemonía
de distintas fracciones de la clase dominante. Pero si bien se puede sostener que no ha cambiado la “esencia”
de esa complementariedad entre Estado y capital, también se puede constatar su rearticulación dinámica en las
distintas fases de los capitalismos latinoamericanos. Pero actualmente ¿qué papel juegan las políticas sociales
en ese proceso? o más en concreto ¿qué rol desempeñan los servicios sociales?
Las políticas sociales son el resultado de correlaciones de fuerzas (de correlaciones de clases), son la
manifestación de las tensiones distributivas de posiciones, identidades y recursos materiales y simbólicos en las
estructuras sociales, son la expresión del conflicto entre diversos actores que defienden intereses distintos y
elaboran discursos rivales. Así, la acumulación privada del capital, la legitimación de las condiciones de dominación
y la reproducción sistémica (superestructural) a largo plazo, varía en sus concreciones históricas en distintas
modalidades institucionales que son la manifestación de los intereses e ideas en liza. Y del mismo modo que
podemos encontrar una complementariedad entre los Estados desarrollistas, la burguesía industrial, y el prole-
tariado clásico (por lo menos en algunos países de América Latina) durante la hegemonía del modelo ISI
(industrialización por sustitución de importaciones), cabe pensar en una nueva combinación entre Estados
globalizadores-globalizados, capital financiero, escasez de empleo y tasas de encarcelamiento crecientes. Así,
si durante el período ISI la política social respondía al diagnóstico de superar la dependencia mediante el
desarrollo endógeno, y se justificaba un Estado intervencionista de corte corporativo (a lo bismarckiano) que
operaba mediante modelos de seguridad social poco inclusivos en los que los servicios sociales eran puramente
benéficos, asistencialistas y sumamente periféricos en el diseño institucional, ahora ¿qué pasa?
En general, el Estado-nación actual es menos independiente, pero es falso que haya perdido todo su
poder, más bien lo ejerce de otra manera. La aportación gramsciana sobre su autonomía relativa cabe
tenerla en consideración. Después de las dictaduras y de las políticas neoliberales, no todos los Estados
latinoamericanos han andado el mismo camino. Seguramente debido a las distintas combinaciones entre
presiones exógenas (globalización) y endógenas según su posición en la división internacional del trabajo, y
del capital. La globalización posibilita la desterritorialización del capital, pero limita la movilidad internacional
de la mano de obra, y tal asimetría de poder dificulta la capacidad negociadora de las fuerzas del trabajo.
Las amenazas de deslocalización ante legislaciones fiscales, medioambientales o laborales lesivas para los
intereses de los inversores, actúan como un chantaje a los gobiernos; el capital tiene la opción salida, pero el
trabajo está cerrado entre fronteras.
La clase capitalista transnacional está más y mejor articulada en las redes globales que cualquiera de sus
oponentes. Este capitalismo es intensivo en capital y extensivo en empleo, el excedente no se obtiene tanto de la
plusvalía obtenida a partir de la explotación directa de la mano de obra asalariada (que también), sino sobre todo
por medio de la especulación financiera. Este modelo de capitalismo no necesita una extensa mano de obra
mínimamente sana e instruida para que sea más productiva, no necesita una política social que transforme capacidad
de trabajar en fuerza de trabajo asalariada, ahora los sujetos a explotar no son sólo los asalariados, sino el conjunto
de ciudadanos. El proceso de acumulación contemporáneo pasa por el dominio del capital financiero. El complejo
mecanismo jurídico y discursivo que permite la conversión “legítima” de deuda bancaria privada en deuda pública,
hace posible una acumulación por desposesión. Así, tendríamos que no sólo se produce una (limitada) apropiación
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