Los Criollos, las Cuidades y la Lengua: aproximaciones

AutorJuan Antonio Ennis
CargoUniversidad Nacional de la Patagonia Austral-UARG*
Páginas74-105
LOS CRIOLLOS, LAS CIUDADES Y LA LENGUA: aproximaciones
Juan Antonio Ennis
Universidad Nacional de la Patagonia Austral-UARG*
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Lo criollo designa un término relacional, definido históricamente en la
Hispanoamérica poscolonial por oposición a lo Europeo a la antigua metrópoli
peninsular y a las nuevas metrópolis neocoloniales y a sus otros internos, los
sujetos subalternos del orden emergente en las nuevas naciones
latinoamericanas. Mary Louise Pratt (1992:328) lo define de este modo, en un
recorrido por los textos en los cuales, desde Bolívar y Bello hasta Echeverría y
Sarmiento, se dirimen los términos de la identidad latinoamericana en la novedosa
experiencia de la descolonización. El criollo, en este contexto, debe pensar el des-
linde, abonar el terreno para la gestión de un lugar de lo propio. Al dar cuenta de
algunas de las operaciones de los martinfierristas en los años ‘20 del pasado
siglo, Raúl Antelo (2008:122), por su parte, describe lo criollo como reapropiación
de la cultura occidental, como “la constante construcción de una diferencia, que es
también la búsqueda, en sí misma, de un modo sudamericano de ser universal”, a
partir del establecimiento de “un desgarrado linde o entre-lugar que guarda la
memoria del desgarramiento originario”.1 Más adelante, examinando la traducción
Prof. en Letras UNLP, Dr. Phil. por la Martin-Luther-Universität Halle-Wittenberg, actualmente Prof.
Adjunto a cargo del área de Literatura Española, UNPA. Este trabajo se enmarca tanto en el
trabajo en la red “La Literatura y sus lindes en Latinoamérica” como en el proyecto llevado a cabo
con el Prof. Dr. Stefan Pfänder en el marco del Freiburg Institute for Advanced Studies.
1 “Los martinfierristas, lo sabemos, se aplicaron, en diversos estilos, a una ontología nacional.
Querían atrapar la antropogénesis de lo criollo, rescatar el aporte intelectual de América Latina,
previo tijeretazo al cordón umbilical, como pedía Oliverio Girondo en el manifiesto de la revista
Martín Fierro, para sentirse criollos en cualquier sitio, sin más tristeza de patria que la humana,
como anhelaba Antonio Vallejo , o simplemente para hacer literatura, como planteaba Borges, “con
sabor de patria, como guitarra que sabe a soledades y a campo y a poniente detrás de un
trebolar...” . La metafísica nacional se adaptaba muy bien a esa estrategia estética porque les
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de la “Queja de todo criollo” de Borges por parte de Mário de Andrade, subraya,
entre los problemas que dicha operación conlleva, la distancia entre “el sentido
sintético-nacional del criollo y (...) el matiz etno-discriminatorio del crioulo” (Antelo,
2008:133). Este matiz se extiende históricamente a todas las denominaciones del
criollo como lengua del americano no-blanco, y contribuye a construir la diferencia
que le es propia al interior mismo del término, que contiene el desgarro o destierro
como promesa de continuidad cultural para el occidente civilizador, pero al mismo
tiempo también un desgarro o destierro mucho más radical como origen de la
comunidad y el territorio, así como en la perspectiva del blanco, criollo o no la
regresión a la barbarie de los orígenes. Mignolo explica la singularidad criolla a
través de lo que llama “un singular caso de doble conciencia”: ser como no-ser. El
criollo blanco define su ser como no-ser europeo; el créole o amerindio participa
también de ese ser como no-ser, pero con mayor radicalidad: “Their critical
consciousness emerged from not even being considered human, not from not
being considered European” (Mignolo, 2005:63).
El créole, sometido al “modelo románico” que examina Bachmann (2005),
no es solamente el langage corrompu que el Pére Labat imputa a quienes
denomina nos Négres2 en su estancia en Martinica (cuya memoria registra en su
Nouveau Voyage aux Iles de l’Amerique (1705)), sino que se transforma en
codificación del pasado del hombre blanco, en la posibilidad de ver su propio
origen en vivo y en directo. Y una de sus peculiaridades más interesantes, a los
ojos del bibliotecario de Yale pionero de la investigación en este campo, Addison
tendía un puente más allá de lo animal, en dirección a la historia humana, occidental. Admitiendo,
pues, que la tradición occidental existe, que se impone, la metafísica del ser trata de reivindicarlo
como nuestro, como criollo, estableciendo así un desgarrado linde o entre-lugar que guarda la
memoria del desgarramiento originario. Se busca entonces la reapropiación de lo mejor de esa
cultura occidental, como arma contra lo peor de ella misma, accionándola desde nuestra situación
ambivalente, en la cual el Occidente se miraría, según los maestros de la sospecha, como Otro de
sí mismo. La identidad criolla sería así la constante construcción de una diferencia, que es también
la búsqueda, en sí misma, de un modo sudamericano de ser universal.” (Antelo, 2008:122).
2J’avois une extrême envie d’interroger nos Négres sur quantité de choses que je voyois, & dont
je souhaittois d’être instruit; mais il fallut me priver de ce plaisir, parce que c’étoient des Négres
nouveaux qui ne parloient qu’un langage corrompu, que je n’entendois presque point, auquel
cependant on est bien-tôt accoûtumé.” (Labat en Ludwig, 2008).
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Van Name, reside en el hecho de que las lenguas de las que han nacido las
criollas (en realidad brotado, saltado) se hablan “codo a codo con ellas”:
The changes which they have passed through are not essentially
different in kind, and hardly greater in extent than those, for instance,
which separate the French from the Latin, but from the greater violence of
the forces at work they have been far more rapid, and, what constitutes
the peculiar interest of the case, the languages from which they have
sprung are still living and are spoken side by side with them. Under
ordinary conditions these changes proceed at so slow a pace as to
become appreciable only at considerable intervals of time, but here two
or three generations have sufficed for a complete transformations (Van
Name en Bachmann, 2005:131).
La filiación de las lenguas criollas, “lenguas coloniales francesas”, con
respecto al latín vulgar ofrece no sólo el anclaje controlable de una progenie más
o menos legítima o espuria, sino también el patrón de estudio que mantiene el
fenómeno lingüístico en los límites de lo controlable.3 Brote o criatura, rama
menor del francés, español, inglés u holandés (o del latín), el criollo resulta, al
igual que sus hablantes, la otra cara de esta imagen del pasado. Como en el
Freud de Totem y tabú,4 la cultura primitiva ofrece la imagen de los escalones
3 Un reporte del 30 de Julio de 1870 informa en el New York Times los detalles de la reunión de la
American Philological Association, creada el año anterior pensando en la necesidad de una
institución que ocupara el lugar de referencia que detentaba, por ejemplo, la Academia Francesa.
En el artículo referido se da breve cuenta de la intervención de Van Name del siguiente modo:
'Contributions to a Grammar Creole Dialects', by Prof. Van Name, of Yale, and read by Prof.
Whitney, reviewed rapidly the whole dialect languages of Colonial France, and traced the
chatacteristics and resemblances of their continually forming vernaculars. The Professor traced
minutely the rise, grewth and progress of these nomadic tongues in the West India Islands and
other French settlements. Latin was pointed out as the progenitor of all the Creole dialects so far as
investigated”.
4 Del mismo modo que Freud hace del “salvaje” su objeto de estudio como archivo filogenético del
“civilizado”, la creolística se apoyará, hasta el extremo del programa biológico de Bickerton (1981,
1984, 1988; ver, para su discusión, entre otros, Ludwig, 2003), en una similar concepción.
“Existen, en efecto, actualmente hombres a los que consideramos mucho más próximos a los
primitivos de lo que nosotros lo estamos y en los que vemos los descendientes y sucesores
directos de aquellos hombres de otros tiempos. Tal es el juicio que nos merecen los pueblos
llamados salvajes y semisalvajes, y la vida psíquica de estos pueblos adquiere para nosotros un
interés particular cuando vemos en ella una fase anterior, bien conservada, de nuestro propio
desarrollo” (Freud, 1913:7).
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