Animales reales en el arte, o sobre los límites éticos de la capacidad creadora

AutorCarmen Velayos Castelo
CargoProfesora y Doctora en Filosofía Moral y Política. Facultad de Filosofía. Universidad de Salamanca
Páginas11-36

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1. El arte y los límites de la libertad creadora

Dicen que Leonardo liberó a todos los pájaros presos en un mercado de Florencia. Seguramente lo hizo porque los conocía. Admiraba el prodigio de su vuelo y trató, incluso, de imitarlo mediante la construcción de máquinas voladoras.

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Leonardo amaba a los animales. No entendía la imparcialidad de la madre naturaleza cuando entregaba a la esclavitud para el uso humano a algunos de sus hijos y les pagaba los servicios prestados con crueles sufrimientos. De todos modos, y pese al gran Leonardo u otros muchos artistas, pasados y presentes, el amor por los animales no es una nota que pueda caracterizar a todo artista per se. Ni tampoco lo es su contrario: el desprecio o la simple indiferencia hacia el animal.

A principios de 2006, era denunciado ante el Seprona de la Guardia Civil el Museo Reina Sofía de Madrid por apología del maltrato animal. La denuncia provenía del Grupo Amnistía Animal. Entonces se estaba exhibiendo en dicho museo un vídeo del artista conceptual Jordi Benito, dentro de la exposición "El arte sucede". Aunque el vídeo fue creado en los años ochenta, se estaba exhibiendo en la primera década de 2000, bajo el Código Penal de 1996 que tipifica ya co mo delito la apología del maltrato y la violencia hacia el animal.

El Museo alega que se somete siempre a la legislación vigente y que "no se desprende del vídeo una incitación directa a perpetrar un delito, ni se ensalza la comisión de un crimen."1 Pero un vídeo en el que el artista pega cinco martillazos en la cabeza a una vaca viva, dentro de una sala en ruinas, para después acuchillar su garganta, ya en el suelo, y recoger su sangre en una copa, crea la sospecha de haber traspasado los límites legales vigentes. Y los morales, en cualquier caso.

La dificultad de fijar límites colectivos al uso de animales reales, incluso en un caso tan aparentemente claro como éste, da muestra, como poco, de la urgente necesidad de replantear públicamente el problema. Recordemos que también en cine hemos visto escenas similares de sacrificios de animales, como el de la vaca de "Apocalypse now", de F. Coppola, sin demasiado eco crítico. Pero en el caso que nos ocupa, el vídeo de Jordi Benito volvió a formar parte de la exposición "El arte sucede", sin problema alguno, en el centro donostiarra Koldo Mitxelena. Se echa de menos que los propios artistas asuman esa tarea y empiecen a hablar en serio de lo que no parece aceptable hacer -moralmente hablando- tampoco en el terreno de la creación, como no parece serlo en otros ámbitos.

Es verdad que la ley ha avanzado mucho en cuanto a protección del animal no humano en los últimos tiempos, pero sigue debatiéndose

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su alcance en este caso, en concreto en cuanto al maltrato animal y su tipificación. Precisamente, en la actualidad se discute seriamente sobre ello a nivel nacional, autonómico y europeo. Como queda patente con el ejemplo anterior, en nuestro país todavía no es fácil tener éxito al denunciar una obra como la de Benito por maltratar al animal, sin más, sino sólo por incitar a otros a hacerlo. Con todo, es curioso observar que, a medida que la ley evoluciona en el sentido de una mayor restricción respecto a los límites de la utilización de animales, aumenta en el arte la inclinación (junto a las posibilidades técnicas) a utilizar animales reales frente a un pasado en que bastó -generalmente- con representarlos. Pero, de nuevo, al artista no le es propia la tendencia a someter con crueldad al animal, como tampoco lo es la tendencia a cuidarlos o a denunciar la crueldad a la que les sometemos.

Algo sí está claro, sin embargo. En la obra artística de todos los tiempos aparece el animal no humano, con todo el miedo y la atracción que nos provoca; con la hilaridad y la risa; con la apariencia de seguridad y de fortaleza, o de fragilidad..., para darnos siempre una imagen directa de sí mimos y un recurso infalible para vernos reflejados. En concreto, diversas corrientes artísticas de la pasada y la presente centuria han permitido la proliferación de algo inusual en el arte precedente. Me refiero a la utilización de animales reales (vivos o muertos) frente a la mera representación de los mismos. El trabajo presente se centrará precisamente en el debate actual acerca de las implicaciones éticas del uso de animales reales en el arte contemporáneo.

La introducción de animales vivos en la obra artística le debe mucho a corrientes de la segunda mitad del siglo XX, como el arte povera, la performance, el happening, el arte ecológico, el land art o el aktionismus vienés. A pesar de sus importantes diferencias, todas ellas permiten que el animal entre a formar parte de la obra. El efímero resultado es, así, tan vivo y espontáneo como la vida del propio animal y su capacidad de interactuar con el contexto físico y humano que el creador le brinda. El mismo Marcel Duchamp, inspirador fundamental de muchas de estas corrientes artísticas, nos ofrecía ya algún ejemplo, como su "Torture-morte" (1959), en la que mostraba la planta de un pie cubierta de moscas. El debate actual sobre cuidado de los animales

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no puede excluir, por tanto, al arte, en la medida que éste también hace uso de los mismos.

Lógicamente, este uso no ha despertado casi en ningún caso la discusión ética y social que despiertan otras prácticas, como la experimentación científica y cosmética, o la crianza intensiva. Quizás se debe a que sólo en el menor de los casos, aunque suficientemente representativo, el arte incluye prácticas dolorosas o claramente agresivas para el animal (su muerte, su sufrimiento, su tortura). En otros casos, en cambio, es reivindicativo, crítico y comprometido con su bienestar. Por ello, valga de entrada una aclaración. El presente trabajo está destinado a continuar un diálogo poco conocido respecto a algunos de los usos artísticos de los animales que provocarán, en la mayoría de los casos, una reflexión ética mucho más sutil que la que originan otros usos. No aludiremos, en casi ningún caso, al uso artístico de prácticas agresivas y dañinas para el animal, porque, de hecho, casi todas las leyes de los países de nuestro entorno prohíben, de una manera o de otra, la exhibición del dolor provocado al animal si no es para satisfacer una necesidad esencial del ser humano. No obstante, tal limitación no parece triunfar, por ejemplo, en la totalidad de los casos en los que lo "artístico" es, a su vez, considerado como práctica cultural tradicional, pues en ocasiones la ley ha introducido cláusulas que pueden evitar la prohibición de las mismos para preservar dichas tradiciones. La Constitución europea se manifestaba así, por ejemplo en su artículo III-121: "(...) la Unión y los Estados miembros tendrán plenamente en cuenta las exigencias del bienestar de los animales como seres sensibles, al tiempo que respetarán las disposiciones legales o administrativas y los usos de los Estados miembros, en particular por lo que respecta a los ritos religiosos, las tradiciones culturales y los patrimonios regionales".

Además, hay que contar con que lo legal y lo moral no tienen por qué coincidir tampoco en este caso. Por ejemplo, no es ilegal mantener encerrado a un animal en un museo, como ha ocurrido en ARCO este mismo año. Sin embargo, mantener a un animal en una jaula, o en cautividad, para ser exhibido artísticamente, sí constituye una conducta enormemente debatida desde un punto de vista moral.

Además, la preocupación moral por el resto de los animales no humanos, no se queda en la garantía de su pervivencia y en la evitación

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de su dolor y su sufrimiento. Otras cosas se alzan al debate acerca del alcance de nuestra responsabilidad y cuidado de los animales. En concreto, y por lo que al arte se refiere, nos interesarán aquí aspectos tales como la separación de un animal de su hábitat natural, la pérdida de libertad, la cosificación o instrumentalización innecesaria respecto a demandas humanas o su manipulación genética. La discusión colectiva, abierta y no clausurada, de casos conflictivos que afectan a determinados de estos usos artísticos, pone de manifiesto que el arte no es sólo producción (poiesis) sino que está teñido de decisiones prácticas (praxis). O dicho de otro modo, que la creatividad artística contiene a menudo rasgos propios de la creatividad ética. Ésta tiene que ver con la toma de decisiones en situaciones de incertidumbre y afecta, por lo que a la creación artística se refiere, a la deliberación acerca de sus implicaciones sobre todos aquellos seres vulnerables, afectables y merecedores de consideración, que, o bien participen directamente en el proceso artístico (como los animales vivos), o bien en la recepción del producto como espectadores.

2. ¿Una cuestión de humanidad?

En su instalación "Ein Haus für Schweine und Menschen" (1997), las artistas performance Rosemarie Trockel y Carsten Höller, aprovechan el potencial crítico y transformador de la obra de arte para enjuiciar la relación hombre-animal. La construcción aloja a cerdos vivos y también a los espectadores humanos de la instalación, que se convierten en parte del proceso artístico. Todos comparten un mismo hogar. Sin embargo, una pared de cristal divide a los seres humanos de los cerdos y permite que los primeros vean a los segundos, pero no al revés. Además, dentro de la casa, sólo pueden verlos, no interactuar con ellos.

Los cerdos recuerdan, en primer lugar, a muchos humanos...

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