La lógica y el (des)conocimiento del sujeto

AutorDardo Scavino
Páginas51-84
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LA LÓGICA Y EL (DES)CONOCIMIENTO DEL
SUJETO
Dardo Scavino
Nasceu em Buenos Aires em 1964. Obteve seu diploma em
Letras na Universidad de Buenos Aires, e em seguida o douto-
rado pela Universidad de Bordeaux (França), onde é atualmen-
te Professor Titular de Filosofia. Publicou Nomadologia – Una
lectura de Deleuze; Saer y los nombres e Barcos sobre la pampa,
além de outras obras em colaboração com Miguel Benasayag: La
apuesta amorosa e Por una nueva radicalidad. É colaborador em
diversos meios de comunicção argentinos e do exterior.
Porque el que dice, del mosquito, que es tal o cual cosa, no dice,
dice Tomatis, a decir verdad, del mosquito, nada. Dice de él…
— Juan José Saer, Glosa.
Sumário: 1. Paradoja de Nicholson — 2. Paradoja de House — 3.
Paradoja de Descartes — 4. Paradoja de Rodríguez — 5. Paradoja
de Kant — 6. Paradoja de Marx — 7. Paradoja de Borges — 8. La
causa del sujeto — 9. Paradoja de Russel — 10. Paradoja de Saer
— 11. Conclusión — Bibliografía.
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LÓGICA E DIREITO
1. Paradoja de Nicholson
Cualquier teoría del conocimiento debería confrontarse
alguna vez con ese principio que me gustaría llamar “Ley de
Nicholson” en homenaje al protagonista de Chinatown y The
Shining. Una leyenda le atribuye a este actor una declaración
que probablemente no haya hecho, pero que se non è vera è
ben trovata: “La realidad es una ilusión provocada por la falta
de alcohol”. El lector se dará cuenta de que el alcohol podría
sustituirse en esta sentencia por cualquier otra substancia
capaz de alterar el funcionamiento cerebral y afectar así el
entendimiento y la percepción. En efecto, ¿quién podría ase-
gurar que la composición química considerada “normal” de
nuestra masa cerebral corresponde a una percepción adecua-
da y lúcida de las cosas? Si el aumento o la disminución de
alguna substancia química distorsionan nuestra sensibilidad
y trastornan nuestro juicio, ¿qué nos autoriza a decir que la
proporción habitual de esas substancias suprime cualquier
ilusión? ¿No podríamos llamar “realidad” al conocimiento de
las cosas cuando se combinan en nuestro cerebro ciertos por-
centajes más o menos habituales de substancias químicas?
¿El “sano juicio” no sería, al fin de cuentas, un juicio “insano”
entre otros? En términos de Jack Nicholson, la realidad sería
la ilusión de las personas sobrias.
Que nadie vaya a pensar, no obstante, que nos encontra-
ríamos ante una mera ocurrencia graciosa del actor norteame-
ricano. El británico Aldous Huxley había planteado una tesis
similar en un libro de 1954, The Doors of Perception, un ensayo
que se convertiría en la Biblia de la psicodelia y de la genera-
ción hippie y que inspiraría incluso el nombre de una célebre
banda de rock californiana una década más tarde.1 Después
de una reveladora experiencia con la mezcalina, Huxley ha-
bía llegado a la conclusión de que algunas drogas potenciaban
nuestra percepción en lugar de obnubilarla, y nos permitían
acceder a regiones de la realidad que la sobriedad obstruía,
1. HUXLEY, Aldous. The doors of perception. Middlesex, Penguin Books, 1961.
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CONHECIMENTO E LÓGICA
de modo que la realidad, o lo que llamábamos así, no era sino
una estrecha porción del universo.
Pero todas estas cuestiones conciernen sobre todo la psi-
cología y la neurología. Y a nosotros nos interesa aquí la pers-
pectiva lógica del tema. Por eso nos interesa menos la “Ley de
Nicholson” que la “Paradoja de Nicholson”. Desde un punto
de vista lógico, lo importante es saber si Nicholson estaba so-
brio o ebrio cuando formuló este principio. Si estaba sobrio,
entonces esta ley también es una ilusión provocada por la falta
de alcohol, una ley propuesta por alguien cuyo entendimiento
estaba perturbado en ese momento por esa privación quími-
ca. Pero si esa ley es ilusoria, o si es sencillamente una insen-
satez de su autor, entonces es una ley engañosa y una persona
sobria, como consecuencia, no es necesariamente víctima de
semejantes espejismos. Nos encontramos así en plena para-
doja, y ésta sólo puede evitarse a condición de que Nicholson
estuviera ebrio cuando formuló esa ley acerca del estado de
sobriedad, es decir, a condición de que no formara parte de las
víctimas de esa convincente ilusión provocada por la carencia
de alcohol que llamamos realidad.
2. Paradoja de House
El lector debe haber adivinado que la paradoja de
Nicholson es una variante de la aporía propuesta por el hu-
morista Epiménides hace veintisiete siglos. Epiménides, que
era cretense, había dicho que los cretenses eran todos men-
tirosos, dejándonos con la incertidumbre acerca de si estaba
mintiendo o no cuando profirió la frase. De hecho, el propio
Nicholson habría declarado alguna vez que “sólo deberíamos
mentirle a dos tipos de personas en la vida: a los policías y…
a nuestras novias”, declaración que se convierte en paradoja,
si Nicholson se estaba dirigiendo en ese momento a un policía
o… a su novia. Pero podemos extender esta proposición a la
totalidad de la especie y convertirla en la no menos célebre
paradoja del doctor Gregory House: “Everybody lies”, máxima
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